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Rocío Egío // Rocío Egío Studio

Siempre quise estudiar bellas artes pero al ser una estudiante “modelo” en el cole mi entorno pensó que una “carrera de verdad” me encajaría mejor. Al final me matriculé en Arquitectura, por suerte en Alicante, donde se daba mucho valor al lado artístico de la disciplina y eso me encantó. Cuando terminé la carrera sabía que me quería dedicar a la comunicación visual y dar el paso me fue muy fácil. Durante todos los estudios me había entrenado cada semana (en la asignatura de proyectos) para presentar ideas, conceptos, proyectos y hasta espectáculos delante de los profesores y compañeros. Mi fuerte en las presentaciones siempre fué el lado visual y el trabajo semanal me ayudó a ir forjando una identidad gráfica que ahora es la base de mi trabajo. Mis asignaturas favoritas fueron Análisis de Formas y Dibujo I, durante el primer año. Me encantó poder experimentar con materiales y técnicas de expresión gráfica. Hoy en día mis dibujos siguen representando alzados, plantas y perfiles. Ya no son edificios, alcorques o escaleras, verás plátanos, flores y objetos cotidianos, pero la manera de representar mi universo viene de cómo aprendí a dibujar durante mis años de estudiante.

Daniel Cano Jiménez // Ippolito Fleitz Group

Lo que hago ahora está determinado por la educación recibida de dos formas claramente diferenciadas: directa e indirectamente. Directamente, y más allá del contenido que pudiera enseñarse en cada asignatura, en mi opinión los estudios de Arquitectura en Alicante tenían 3 factores transversales: 1/ ausencia de límites temáticos, 2/ fomento de la autonomía de aprendizaje (algunos profesores lo llamaban “expertización”) y 3/ exigencia muy alta. En otras palabras: 1/ eras tú el que elegía lo que hacías y cómo lo relacionabas con la arquitectura; en general, la tendencia era a huir de lo convencional, con lo que... 2/ al minuto siguiente tenías que saber de lo que hablabas (y aprenderlo por tu cuenta), y 3/ tenías que hacerlo en un nivel muy alto, casi comparándote con el mejor en esa materia. Este tipo de docencia, en algunos casos cercana a estretegias de guerrilla, te obliga a desarrollar un set de habilidades que más que prepararte para trabajar en un estudio de arquitectura, te prepara para poder responder a situaciones inesperadas / no estándar de forma ágil y resolutiva. Indirectamente, la mezcla de exigencia y algunos factores personales me obligaron a simultanear estudios y trabajo desde el minuto 1. De no haber sido así, yo habría sido otro. Como asignaturas clave en este desarrollo, destacaría Proyectos y Construcción. Y Composición. El mejor recuerdo de mi vida académica no está ligado a ninguna asignatura, taller o presentación, sino a las personas: a los muchos profesores que me enseñaron algo, a los pocos que me enseñaron mucho, y sobre todo, a los grandes compañeros (muchos ahora amigos) que pude encontrar en el camino. Gracias a todos.

Rafa Guillem Llinares // Rafael De La Hoz

Mi PFC "Trece herramientas para el desarrollo de la práctica de arquitectura" abordaba un diseño de un iceberg desde el dibujo, el mapa, herramientas GIS, la programación, el diseño paramétrico, el detalle constructivo y las maquetas experimentales. Era un ejercicio de enfrentarse a lo desconocido desde las herramientas adquiridas. Reconozco que Proyectos fue la asignatura que más me marcó, aunque recuerdo con cariño Estructuras Singulares y Construcción III. Recuerdo también las meriendas que montábamos en la clase de Pencho. Luego las correcciones se volvían relajadas y naturales. Conversaciones de tú a tú en las que aprendí que proyectar depende de nuestra capacidad para percibir el mundo.

Daniel Millor Vela // Quatorze

En junio de 2008 tomé la decisión de comenzar los estudios de arquitectura en la Universidad de Alicante. Todavía no había cumplido los 18 años, no tenía mucha idea de qué quería hacer con mi vida. De hecho nunca había tenido ningún interés por la profesión de arquitecto, aunque me interesaba mantener el contacto con las ciencias formales y seguir alimentando mis intereses artísticos y sociales. Me sentía creativo y quería ser útil a una sociedad que no parecía muy estable en esos momentos. Durante nueve años adquirí conocimientos y habilidades, entre las que destacaría, por una parte, las ligadas a la estética: percepción y representación del espacio, la proporción y la escala; y, por otra parte, las ligadas al diseño estratégico: la concepción y el desarrollo de proyectos y la visión sistémica en el uso de los mismos, teniendo en cuenta sus implicaciones sociales (individuales, comunitarias y políticas). Siendo alicantino, gracias a quedarme en mi ciudad, pude compaginar esta etapa con una humilde carrera deportiva como jugador en el baloncesto autonómico federado, donde además de aspectos técnicos y tácticos, pude desarrollar mis habilidades de gestión de grupos y mediación. Fue duro compaginar ambas, pero aprendí a gestionar la frustración. Mi trabajo en Quatorze como promotor de proyectos de arquitectura sociales y solidarios ha ido tomando forma a través de oportunidades, que he podido aprovechar gracias a este conjunto de habilidades. En mi paso por la UA, las asignaturas de proyecto son las que más me han marcado. No sólo Proyectos Arquitectónicos, sino toda asignatura que pidiese un ejercicio de análisis para transformarlo en propuesta. Este músculo propositivo, junto con el trabajo de campo que me ofrecieron las prácticas internacionales, han sido un puente privilegiado hacia mi situación actual. Recuerdo con ilusión el tiempo empleado en intercambiar ideas y reflexiones y convirtiéndolas en pistas de proyecto, junto con compañeros/as y profesores/as. Recuerdo estar perdido, pero encontrar ideas ilusionantes que me ayudaban ser curioso, a querer seguir buscando. Recuerdo sentirme más pequeño, ignorante e incapaz que ahora, pero encontrar a mi alrededor referencias a las que agarrarme y que me permitieron seguir adelante.

Ayara Mendo Pérez // FAU / UFRJ

De mi formación en la UA me acuerdo especialmente de la alegría de participar de las exposiciones de proyectos colectivas en los pasillos de la Escuela, de asistir a conferencias y congresos internacionales en el Museo de la UA, de escuchar con atención los intensos y eufóricos debates entre profesores y/o estudiantes en el ámbito de Proyectos, de los descubrimientos realizados durante los viajes en grupo, o dicho de forma sucinta, de experimentar diversos acontecimientos donde se expresaban de forma creativa y lúdica las diferentes perspectivas, lógicas y posibilidades de proyectar, dentro de una misma Escuela. El ambiente efervescente de construcción de conocimiento vivenciado en la Escuela de Alicante durante mi formación - que fue intenso, afectivo y en tensión constante - ha pulsado en mi incesantemente. En mi día a día como docente, la memoria de ese ambiente es fundamental. Me acuerdo con especial cariño del grupo de profesores de proyectos - Enrique Nieto, Pencho, Adriana Figueiras, Javier Gironella, Joaquín Alvado y un largo etc.- que tenía una propuesta “disidente y afectiva” como agenda docente para transformar el sistema de enseñanza. Fue fundamental en mi formación la incursión en la escuela de jóvenes profesores que proponían una transformación radical en la Arquitectura, como Izaskun Chinchilla, Andrés Jaque, Santiago Cirugeda, etc. También pulsan en mi memoria con mucha intensidad los Talleres de Invierno, acontecimientos tiempo-espacio concentrados y festivos, donde profesores y alumnos pensábamos y danzábamos a lo largo de cuatro días y sus largas noches. Tal vez los eventos de mayor impacto o afectación en la formación de mi subjetividad arquitectónica fueron vivenciados durante los viajes en grupo organizados por los profesores de Proyectos. Especialmente recuerdo cuando visitamos el interior de la Casa en Burdeos de Rem Koolhaas, donde percibí por primera vez la potencia de la Arquitectura para formular otras realidades domesticas materiales e inmateriales. En otra escala, el viaje a Marruecos significó el descubrimiento de la potencia del territorio. Los paisajes, ambientes atmosféricos y climáticos, la tormenta de arena en el desierto, la humedad en la gruta o el vaivén del barco atravesando el estrecho de Gibraltar. Siento que estos y otros encuentros durante esos viajes colectivos operaron una transformación profunda de mi imaginario arquitectónico.

David Jiménez Iniesta // BRAVA

Frente a una docencia basada en la híper especialización, la escuela ha apostado siempre por un conocimiento transversal, transdisciplinar, múltiple, entrecruzado. Este tipo de educación no te posiciona como especialista en ningún ámbito pero te da las herramientas para poder afrontar casi cualquier proyecto. Y es un tipo de docencia del que trato de hacer partícipes a mis alumnos en un entorno como la academia norteamericana que tiende a la especialización. En relación a esto, la asignatura de proyectos fue la que más disfruté durante la carrera, pero por otro lado, recuerdo con gran aprecio la labor de profesores como Antonio Maciá o José Carrasco por su manera de acercar sus asignaturas a este mismo posicionamiento transversal. De estos años de carrera, recuerdo con especial cariño los Talleres de Invierno, donde la docencia, lo lúdico y la fiesta se mezclaban, en especial ese taller de invierno donde nos enclaustramos más de 100 personas en la Huerta de Murcia para vivir un fin de semana de forma lujosamente precaria. Recuerdo también con mucho cariño el curso de Miguel Mesa de Proyectos III por lo que supuso en mi manera de desdibujar los límites disciplinarios, profesor con el que tuvimos la suerte de realizar el fin de carrera y que después coordinó de nuevo mi trabajo fin de máster en Madrid.

Paula Vilaplana de Miguel // Freelance

A menudo digo que sólo soy arquitecta porque he estudiado en Alicante. Si hubiese estudiado en otra escuela posiblemente habría cambiado de rumbo en algún momento, o estaría haciendo otra cosa. También, que soy el tipo de arquitecta que soy, porque he estudiado en Alicante. El primer año de proyectos, recuerdo la conferencia inaugural del curso donde los invitados eran Beatriz Colomina y Mark Wigley. Ella habló de los Eames, él de Cedric Price y el Fun Palace. Escucharles, y descubrir prácticas no vinculadas estrictamente a la construcción sino historias y trayectorias que además de atender a la dimensión material, exploran cómo los medios y la tecnología transforman (y condicionan) el entorno construido fue una experiencia transformadora. Esa obsesión la pude desarrollar gracias a un currículum en el que había lugar para la experimentación y especulación crítica y formal, y por estar en contacto con profesores como Enrique Nieto, Jose María Torres, Elia Gutierrez Mozo y ver pasar a otros a los que conocería después como Andrés Jaque o Izaskun Chinchilla. En este sentido, me he sentido tremendamente arropada y motivada tanto en los cursos de Proyectos como en los de Composición, en los que pude empezar a pensar en la relación entre diseño, experimentación y posicionamientos teóricos de una manera rigurosa. La presentación del PFC junto con Rosana Galián fue muy especial, todo el proceso en realidad. Y también lo fue la oportunidad de presentarlo fuera de la escuela, en la planta del Hogar del Corte Inglés de Alicante y colarnos en la meca del capitalismo afectivo con nuestros artefactos, videos y dibujos. Durante las dos semanas que el proyecto estuvo expuesto ahí, nos comprometimos a actuar como embajadoras de la instalación en horario comercial, y pasábamos el día ahí contando el proyecto a quien se acercase. Un día, al volver de la pausa de mediodía, nos encontramos con que una de las dependientas de planta le contaba, a su manera, el proyecto a un cliente. Escuchar cómo traducía nuestro proyecto y lo vendía, aún a veces adaptando partes o cambiándolas totalmente nos pareció una pequeña victoria personal y fue muy emocionante en el sentido en que representaba lo que buscábamos conseguir: que la discusión saliese del aula y pasase a la calle, al centro comercial y a otras esferas que en general están aparentemente descontadas del discurso pero son sus agentes esenciales.

Carlos García González // UDEM

Soy de la primera generación de Arquitectura en Alicante, y tuve la fortuna de tener grandes compañeros de generación y excelentes profesores con los que todavía mantengo contacto, como el profesor Enrique Nieto, quien sigue siendo un mentor intelectual para mí a día de hoy. Recuerdo la carrera con la metáfora de un explorador en la selva: nunca sabías que iba a ocurrir, cómo iba a ser el paisaje, qué o quién te ibas a encontrar en el camino y qué obstáculos tendrías. Nunca supimos que nos iba a tocar vivir al año siguiente y aprendimos a vivir con esa incertidumbre. Además, la universidad estaba en construcción y las aulas se iban abriendo conforme avanzábamos en los años de carrera. Al no tener generaciones anteriores a la nuestra que nos explicaran que venía después, todo era siempre nuevo e ilusionante, creo que incluso para los profesores. Esto nos hizo desarrollar una actitud de auto-criticismo permanente entre los compañeros para distinguir lo que estábamos analizando y haciendo, y de autogestión del desarrollo del conocimiento, que a día de hoy valoro mucho en mi día a día. Creo que ese espíritu también ha ido calando, y seguramente mutando, generación tras generación. A día de hoy observo grandes arquitectos que han salido de esta Escuela y me siento muy orgulloso de ellos, aunque no los haya conocido.  Creo que todas las asignaturas son importantes, aunque siempre dediqué más tiempo y más esfuerzo al estudio anual de Proyectos, ya que consideraba que era la espina dorsal de la carrera y que ahí se concentraba todo lo que aprendía en las demás asignaturas. Recuerdo con especial cariño los trabajos en equipo con mis compañeros, las noches sin dormir juntos desarrollando proyectos, los nervios de los ploteados y las presentaciones. Las celebraciones tras las entregas, incluso exangües, por sentir que habíamos hecho un buen trabajo y que habíamos dado lo mejor de nosotros, sin habernos reservado ni un ápice de energía. Recuerdo el campus como una isla de libertad, donde entrábamos a desarrollarnos con toda la concentración al margen de lo que ocurría fuera. Me siento muy afortunado de haber tenido la oportunidad de estudiar la carrera de Arquitectura en la Universidad de Alicante y doy las gracias a mis padres por haberme dado la oportunidad de estudiar aquí.

Gonzalo Herrero Delicado // Royal Academy

Alicante, aún siendo una escuela pequeña en tamaño, la multiplicidad de voces y enorme compromiso por parte de los docentes, hacen que pueda compararse con algunas de las mejores escuelas no sólo a nivel nacional sino internacional. La formación que recibí va más allá de lo puramente operacional y me ha permitido conectar la arquitectura con otros ámbitos de la cultura contemporánea y su papel para la sociedad. Es difícil destacar una sola asignatura, todas ellas han influido de una manera u otra a quien soy profesionalmente hoy. Algunas no son tan importantes las asignaturas en sí mismas sino las personas que las imparten, las que hacen que las recuerdes. Enrique Nieto e Izaskun Chinchilla, Proyectos III y II respectivamente, marcaron un antes y después y me acercaron a nuevas referencias que venían del arte, la música o la filosofía. Andrés Martínez Medina en Teoría de la Arquitectura me acercó a arquitectos clave que me marcaron como Lina Bo Bardi o Allison y Peter Smithson. Elia Gutiérrez Mozo y José Luis Oliver en Composición, me aportaron un posicionamiento crítico, que me ha servido muchísimo en todas mis facetas profesionales. Aunque la carrera fue increíblemente ardua y difícil en algunos momentos, siempre quedan en la memoria los buenos momentos, las largas horas preparando entregas o los viajes que organizaba la escuela.

Mª Ángeles Peñalver Izaguirre // BRAVA

Desde la Arquitectura, yo creo que tenemos la obligación de apostar por lo múltiple, lo entrecruzado y lo disputado frente al consenso no sólo para la investigación sino también para su puesta en práctica. Me interesa mucho la idea del arquitecto como un agente mediador entre muchos otros. Para entender cómo entiendo que la Universidad de Alicante nos ha ayudado o ha condicionado nuestra carrera, aun inicial creo que pondría un ejemplo: Acabamos de volver de Los Angeles, ciudad donde actualmente viven 66,433 personas en la calle como resultado de una suma de decisiones y prácticas que son políticas, urbanísticas, económicas, sociales, medioambientales, geográficas y que envuelven a multitud de agentes. Durante los últimos dos años, he podido formar parte de diferentes mesas de debate, investigaciones, concursos y publicaciones que trabajan dar respuesta a esta problemática. El rol del arquitecto que he podido  desempeñar ha sido, en gran medida, la de formar parte de equipos multidisciplinares que intentan dar respuestas complejas a problemas complejos de este tipo. Esto sin duda tiene que ver con nuestra formación en la universidad de Alicante, pero especialmente en asignaturas de Proyectos dónde he podido desprejuiciarme de lo que yo a priori entendía que era la labor de un arquitecto. En este sentido, recuerdo con especial cariño un curso impartido por Miguel Mesa dónde hice una investigación sobre el Mar de Aral que me descubrió el mundo de la cartografía y de los análisis propositivos y que no sólo disfruté muchísimo, sino que me ha sido de gran inspiración en los años sucesivos.

Jose Antonio Gras Íñigo // OUA Group

Lo que más valoro de haber estudiado Arquitectura en la Universidad de Alicante no es tanto la formación técnica (que también) como la insistencia en fomentar un alumnado que piense, cuestione y se posicione críticamente en todos los márgenes de la disciplina, moviéndose con fluidez en la intersección entre el arte y la técnica. La variedad de ramas dentro del itinerario académico y la flexibilidad en las asignaturas me permitió poder aplicar mis inquietudes sobre todo lo relativo a urbanismo y espacio público en un amplio abanico de asignaturas, no necesariamente las de urbanismo; también en construcción, composición, proyectos y PFC. A partir de aquí, pude trabajar en PLAYstudio con los dos profesores más influyentes para mí durante mis estudios, Iván Capdevila y Vicente Iborra. Todo lo que vendría después fue gracias a todo lo mencionado. El propio Norman Foster dijo una vez que le encantaban los arquitectos españoles (en su estudio éramos cerca de un tercio de la plantilla) porque, junto a los griegos, somos los arquitectos con la formación más holística que conocía. Creo que sería una buena sentencia para resumir lo que es Arquitectura en Alicante. El curso 2009-2010 fue claramente el punto de inflexión en mi trayectoria académica. Asignaturas como Proyectos II, Urbanismo III, Teoría de la Arquitectura, Composición II o Construcción II con profesores de la talla de Elia Gutiérrez, Andrés Martínez, Iván Capdevila, Andrés Jaque, Vicente Iborra, Lluis Ortega o Carlos Bañón fueron clave para darme cuenta de que lo que me interesaba no era tanto diseñar edificios como el espacio que había entre ellos. A partir de aquí, mi motivación fue creciendo exponencialmente. El curso siguiente, con la asignatura Proyectos III confirmé mi pasión por el espacio público y por Barcelona, ciudad donde tengo el placer de vivir y trabajar tras 4 años haciéndolo en la otra ciudad de mis amores, Londres. Lo primero que me viene a la mente cuando echo la vista atrás son dos pensamientos: primero, el momento determinante para entender a lo que hoy me dedico, que como mencionaba antes lo sitúo entre el año 2009 y 2010 cuando empezó a cultivarse lo que más tarde se convertiría en pasión por el urbanismo, la ciudad y el espacio público: descubriendo que mapear significaba evidenciar lo que a primera vista parece invisible gracias al taller de invierno sobre Gaza, donde conocí por primera vez a José Pérez de Lama con el que aún mantengo relación; y sorprendiéndome a mí mismo eligiendo siempre que podía diseñar, resolver o estudiar espacios públicos en asignaturas como construcción o proyectos, donde en un principio se trataba de trabajar con edificios. El segundo pensamiento que me viene a la mente y recuerdo con especial cariño, es el momento inmediatamente anterior a decidir (o verse obligado) a una noche en vela trabajando para proyectos o urbanismo, en el que junto a mis inseparables Adri y Pablo preparábamos las horas venideras en nuestro piso de estudiantes o en la biblioteca. Más allá del aprendizaje en nuestra formación, valoro el compañerismo que teníamos y la amistad que todavía hoy mantenemos.

Verónica Francés Tortosa // UNAB

Guardo buenos recuerdos de mi último año de Arquitectura. No tanto por tener que elaborar un Proyecto Final como cierre de una Carrera, sino por entenderlo como puesta a prueba de qué quería hacer a futuro. Mi PFC no hubiera sido posible sin mis amigas Natalia Blay y Nuria Gambín, quienes me apañaron en la entrega final, cuidándome, comiendo rico y grabando el video de presentación. Ni tampoco sin el apoyo de varios profes de la ‘escuela Alicante’, como Enrique Nieto, Miguel Mesa, Pencho, Iván Capdevila, Vicente Iborra... En medio de una precariedad manifiesta, valoraban los procesos creativos diferentes, frágiles, por su potencia para dar vuelta al valor de las cosas. Las cosas podían hacerse de otro modo, y eso lo aprendí con ellas. Por ello mis asignaturas favoritas fueron variando año a año, más que por su temática, por ‘cómo’ se producían. Por ejemplo, el primer año de Proyectos los profes hicieron una huelga que desembocó en un curso completo de Talleres Verticales. Pude compartir aula con estudiantes de todos los cursos, y sin duda influyó en mi camino posterior. También tuve un curso de Urbanismo con una aproximación ecológica a distintas escalas en la ciudad de Murcia, y fue súper entretenido realizarlo en grupo, con visitas a terreno, maquetas, bosquejos a lápiz, paellas y coca amb tonyina con mis compañeras Julia Cervantes, Pepe Bernad y Mario Catalá. También hubo bastantes contratiempos en mi paso por la escuela. Lo pasaba fatal cuando me daban un enunciado y me obligaban a concretar en un plano. Y esto me pasaba en todos los cursos: Construcción, Instalaciones, Proyectos, Urbanismo… Todo me parecía muy mecánico y despojado de vida. Por eso mi año favorito fue cuando conseguí una beca Séneca de intercambio a la Universidad Politécnica de Madrid. Allí pude elegir asignaturas complementarias, como Cine y Arquitectura o Arqueología Industrial, y conocer estudiantes de otras escuelas con quienes compartir aprendizajes y vivencias que posteriormente desembocaron en mi PFC.

Francisco Colom Jover // MASS Design Group

La Escuela de Alicante me dio herramientas y preguntas desde las cuales desarrollar una práctica de la arquitectura. Pienso que las primeras son “peligrosas” sin las segundas. Las herramientas de diseño adquiridas han sido sólo un medio desde el cual tratar de responder preguntas que van más allá de los límites convencionales de la arquitectura y que afectan a las distintas formas de “estar” en la Tierra.Alicante me invitó a entender la arquitectura no como objeto sino como fenómeno, destacando su condición ecológica y política. Esa conexión entre arquitectura y vida, o entre arquitectura, cultura y naturaleza, tan explícita en los métodos y contenidos de trabajo de Proyectos en Alicante, ha sido muy importante para mí desde que terminara la carrera. En Alicante aprendí que la arquitectura no tiene valor intrínseco por sí misma sino únicamente relacional por su capacidad de alterar las condiciones culturales, medioambientales, económicas, sociales o emocionales del ecosistema en el que se inserta. En definitiva, Alicante me invitó a reimaginar de manera crítica y creativa qué es la arquitectura antes de comenzar a producirla. Por último, mi paso por la escuela también me regaló más de una anécdota. Durante mi estancia en Azerbaiyán traté de gestionar la alianza entre las universidades de Alicante y Bakú junto a Joaquín Alvado y José A. Carrillo. Entre otros proyectos de colaboración, celebramos el Congreso Mediterranean vs Caspian en Bakú, el cual sería bautizado por Pencho como “congreso fantasma” por haberse intentado casi todo y no haber salido casi nada.