Rafa Guillem Llinares // Rafael De La Hoz

Mi PFC "Trece herramientas para el desarrollo de la práctica de arquitectura" abordaba un diseño de un iceberg desde el dibujo, el mapa, herramientas GIS, la programación, el diseño paramétrico, el detalle constructivo y las maquetas experimentales. Era un ejercicio de enfrentarse a lo desconocido desde las herramientas adquiridas. Reconozco que Proyectos fue la asignatura que más me marcó, aunque recuerdo con cariño Estructuras Singulares y Construcción III. Recuerdo también las meriendas que montábamos en la clase de Pencho. Luego las correcciones se volvían relajadas y naturales. Conversaciones de tú a tú en las que aprendí que proyectar depende de nuestra capacidad para percibir el mundo.

David Jiménez Iniesta // BRAVA

Frente a una docencia basada en la híper especialización, la escuela ha apostado siempre por un conocimiento transversal, transdisciplinar, múltiple, entrecruzado. Este tipo de educación no te posiciona como especialista en ningún ámbito pero te da las herramientas para poder afrontar casi cualquier proyecto. Y es un tipo de docencia del que trato de hacer partícipes a mis alumnos en un entorno como la academia norteamericana que tiende a la especialización. En relación a esto, la asignatura de proyectos fue la que más disfruté durante la carrera, pero por otro lado, recuerdo con gran aprecio la labor de profesores como Antonio Maciá o José Carrasco por su manera de acercar sus asignaturas a este mismo posicionamiento transversal. De estos años de carrera, recuerdo con especial cariño los Talleres de Invierno, donde la docencia, lo lúdico y la fiesta se mezclaban, en especial ese taller de invierno donde nos enclaustramos más de 100 personas en la Huerta de Murcia para vivir un fin de semana de forma lujosamente precaria. Recuerdo también con mucho cariño el curso de Miguel Mesa de Proyectos III por lo que supuso en mi manera de desdibujar los límites disciplinarios, profesor con el que tuvimos la suerte de realizar el fin de carrera y que después coordinó de nuevo mi trabajo fin de máster en Madrid.

Paula Vilaplana de Miguel // Freelance

A menudo digo que sólo soy arquitecta porque he estudiado en Alicante. Si hubiese estudiado en otra escuela posiblemente habría cambiado de rumbo en algún momento, o estaría haciendo otra cosa. También, que soy el tipo de arquitecta que soy, porque he estudiado en Alicante. El primer año de proyectos, recuerdo la conferencia inaugural del curso donde los invitados eran Beatriz Colomina y Mark Wigley. Ella habló de los Eames, él de Cedric Price y el Fun Palace. Escucharles, y descubrir prácticas no vinculadas estrictamente a la construcción sino historias y trayectorias que además de atender a la dimensión material, exploran cómo los medios y la tecnología transforman (y condicionan) el entorno construido fue una experiencia transformadora. Esa obsesión la pude desarrollar gracias a un currículum en el que había lugar para la experimentación y especulación crítica y formal, y por estar en contacto con profesores como Enrique Nieto, Jose María Torres, Elia Gutierrez Mozo y ver pasar a otros a los que conocería después como Andrés Jaque o Izaskun Chinchilla. En este sentido, me he sentido tremendamente arropada y motivada tanto en los cursos de Proyectos como en los de Composición, en los que pude empezar a pensar en la relación entre diseño, experimentación y posicionamientos teóricos de una manera rigurosa. La presentación del PFC junto con Rosana Galián fue muy especial, todo el proceso en realidad. Y también lo fue la oportunidad de presentarlo fuera de la escuela, en la planta del Hogar del Corte Inglés de Alicante y colarnos en la meca del capitalismo afectivo con nuestros artefactos, videos y dibujos. Durante las dos semanas que el proyecto estuvo expuesto ahí, nos comprometimos a actuar como embajadoras de la instalación en horario comercial, y pasábamos el día ahí contando el proyecto a quien se acercase. Un día, al volver de la pausa de mediodía, nos encontramos con que una de las dependientas de planta le contaba, a su manera, el proyecto a un cliente. Escuchar cómo traducía nuestro proyecto y lo vendía, aún a veces adaptando partes o cambiándolas totalmente nos pareció una pequeña victoria personal y fue muy emocionante en el sentido en que representaba lo que buscábamos conseguir: que la discusión saliese del aula y pasase a la calle, al centro comercial y a otras esferas que en general están aparentemente descontadas del discurso pero son sus agentes esenciales.

Carlos García González // UDEM

Soy de la primera generación de Arquitectura en Alicante, y tuve la fortuna de tener grandes compañeros de generación y excelentes profesores con los que todavía mantengo contacto, como el profesor Enrique Nieto, quien sigue siendo un mentor intelectual para mí a día de hoy. Recuerdo la carrera con la metáfora de un explorador en la selva: nunca sabías que iba a ocurrir, cómo iba a ser el paisaje, qué o quién te ibas a encontrar en el camino y qué obstáculos tendrías. Nunca supimos que nos iba a tocar vivir al año siguiente y aprendimos a vivir con esa incertidumbre. Además, la universidad estaba en construcción y las aulas se iban abriendo conforme avanzábamos en los años de carrera. Al no tener generaciones anteriores a la nuestra que nos explicaran que venía después, todo era siempre nuevo e ilusionante, creo que incluso para los profesores. Esto nos hizo desarrollar una actitud de auto-criticismo permanente entre los compañeros para distinguir lo que estábamos analizando y haciendo, y de autogestión del desarrollo del conocimiento, que a día de hoy valoro mucho en mi día a día. Creo que ese espíritu también ha ido calando, y seguramente mutando, generación tras generación. A día de hoy observo grandes arquitectos que han salido de esta Escuela y me siento muy orgulloso de ellos, aunque no los haya conocido.  Creo que todas las asignaturas son importantes, aunque siempre dediqué más tiempo y más esfuerzo al estudio anual de Proyectos, ya que consideraba que era la espina dorsal de la carrera y que ahí se concentraba todo lo que aprendía en las demás asignaturas. Recuerdo con especial cariño los trabajos en equipo con mis compañeros, las noches sin dormir juntos desarrollando proyectos, los nervios de los ploteados y las presentaciones. Las celebraciones tras las entregas, incluso exangües, por sentir que habíamos hecho un buen trabajo y que habíamos dado lo mejor de nosotros, sin habernos reservado ni un ápice de energía. Recuerdo el campus como una isla de libertad, donde entrábamos a desarrollarnos con toda la concentración al margen de lo que ocurría fuera. Me siento muy afortunado de haber tenido la oportunidad de estudiar la carrera de Arquitectura en la Universidad de Alicante y doy las gracias a mis padres por haberme dado la oportunidad de estudiar aquí.

Gonzalo Herrero Delicado // Royal Academy

Alicante, aún siendo una escuela pequeña en tamaño, la multiplicidad de voces y enorme compromiso por parte de los docentes, hacen que pueda compararse con algunas de las mejores escuelas no sólo a nivel nacional sino internacional. La formación que recibí va más allá de lo puramente operacional y me ha permitido conectar la arquitectura con otros ámbitos de la cultura contemporánea y su papel para la sociedad. Es difícil destacar una sola asignatura, todas ellas han influido de una manera u otra a quien soy profesionalmente hoy. Algunas no son tan importantes las asignaturas en sí mismas sino las personas que las imparten, las que hacen que las recuerdes. Enrique Nieto e Izaskun Chinchilla, Proyectos III y II respectivamente, marcaron un antes y después y me acercaron a nuevas referencias que venían del arte, la música o la filosofía. Andrés Martínez Medina en Teoría de la Arquitectura me acercó a arquitectos clave que me marcaron como Lina Bo Bardi o Allison y Peter Smithson. Elia Gutiérrez Mozo y José Luis Oliver en Composición, me aportaron un posicionamiento crítico, que me ha servido muchísimo en todas mis facetas profesionales. Aunque la carrera fue increíblemente ardua y difícil en algunos momentos, siempre quedan en la memoria los buenos momentos, las largas horas preparando entregas o los viajes que organizaba la escuela.

Mª Ángeles Peñalver Izaguirre // BRAVA

Desde la Arquitectura, yo creo que tenemos la obligación de apostar por lo múltiple, lo entrecruzado y lo disputado frente al consenso no sólo para la investigación sino también para su puesta en práctica. Me interesa mucho la idea del arquitecto como un agente mediador entre muchos otros. Para entender cómo entiendo que la Universidad de Alicante nos ha ayudado o ha condicionado nuestra carrera, aun inicial creo que pondría un ejemplo: Acabamos de volver de Los Angeles, ciudad donde actualmente viven 66,433 personas en la calle como resultado de una suma de decisiones y prácticas que son políticas, urbanísticas, económicas, sociales, medioambientales, geográficas y que envuelven a multitud de agentes. Durante los últimos dos años, he podido formar parte de diferentes mesas de debate, investigaciones, concursos y publicaciones que trabajan dar respuesta a esta problemática. El rol del arquitecto que he podido  desempeñar ha sido, en gran medida, la de formar parte de equipos multidisciplinares que intentan dar respuestas complejas a problemas complejos de este tipo. Esto sin duda tiene que ver con nuestra formación en la universidad de Alicante, pero especialmente en asignaturas de Proyectos dónde he podido desprejuiciarme de lo que yo a priori entendía que era la labor de un arquitecto. En este sentido, recuerdo con especial cariño un curso impartido por Miguel Mesa dónde hice una investigación sobre el Mar de Aral que me descubrió el mundo de la cartografía y de los análisis propositivos y que no sólo disfruté muchísimo, sino que me ha sido de gran inspiración en los años sucesivos.

Verónica Francés Tortosa // UNAB

Guardo buenos recuerdos de mi último año de Arquitectura. No tanto por tener que elaborar un Proyecto Final como cierre de una Carrera, sino por entenderlo como puesta a prueba de qué quería hacer a futuro. Mi PFC no hubiera sido posible sin mis amigas Natalia Blay y Nuria Gambín, quienes me apañaron en la entrega final, cuidándome, comiendo rico y grabando el video de presentación. Ni tampoco sin el apoyo de varios profes de la ‘escuela Alicante’, como Enrique Nieto, Miguel Mesa, Pencho, Iván Capdevila, Vicente Iborra... En medio de una precariedad manifiesta, valoraban los procesos creativos diferentes, frágiles, por su potencia para dar vuelta al valor de las cosas. Las cosas podían hacerse de otro modo, y eso lo aprendí con ellas. Por ello mis asignaturas favoritas fueron variando año a año, más que por su temática, por ‘cómo’ se producían. Por ejemplo, el primer año de Proyectos los profes hicieron una huelga que desembocó en un curso completo de Talleres Verticales. Pude compartir aula con estudiantes de todos los cursos, y sin duda influyó en mi camino posterior. También tuve un curso de Urbanismo con una aproximación ecológica a distintas escalas en la ciudad de Murcia, y fue súper entretenido realizarlo en grupo, con visitas a terreno, maquetas, bosquejos a lápiz, paellas y coca amb tonyina con mis compañeras Julia Cervantes, Pepe Bernad y Mario Catalá. También hubo bastantes contratiempos en mi paso por la escuela. Lo pasaba fatal cuando me daban un enunciado y me obligaban a concretar en un plano. Y esto me pasaba en todos los cursos: Construcción, Instalaciones, Proyectos, Urbanismo… Todo me parecía muy mecánico y despojado de vida. Por eso mi año favorito fue cuando conseguí una beca Séneca de intercambio a la Universidad Politécnica de Madrid. Allí pude elegir asignaturas complementarias, como Cine y Arquitectura o Arqueología Industrial, y conocer estudiantes de otras escuelas con quienes compartir aprendizajes y vivencias que posteriormente desembocaron en mi PFC.