Ayara Mendo Pérez // FAU / UFRJ
De mi formación en la UA me acuerdo especialmente de la alegría de participar de las exposiciones de proyectos colectivas en los pasillos de la Escuela, de asistir a conferencias y congresos internacionales en el Museo de la UA, de escuchar con atención los intensos y eufóricos debates entre profesores y/o estudiantes en el ámbito de Proyectos, de los descubrimientos realizados durante los viajes en grupo, o dicho de forma sucinta, de experimentar diversos acontecimientos donde se expresaban de forma creativa y lúdica las diferentes perspectivas, lógicas y posibilidades de proyectar, dentro de una misma Escuela. El ambiente efervescente de construcción de conocimiento vivenciado en la Escuela de Alicante durante mi formación - que fue intenso, afectivo y en tensión constante - ha pulsado en mi incesantemente. En mi día a día como docente, la memoria de ese ambiente es fundamental. Me acuerdo con especial cariño del grupo de profesores de proyectos - Enrique Nieto, Pencho, Adriana Figueiras, Javier Gironella, Joaquín Alvado y un largo etc.- que tenía una propuesta “disidente y afectiva” como agenda docente para transformar el sistema de enseñanza. Fue fundamental en mi formación la incursión en la escuela de jóvenes profesores que proponían una transformación radical en la Arquitectura, como Izaskun Chinchilla, Andrés Jaque, Santiago Cirugeda, etc. También pulsan en mi memoria con mucha intensidad los Talleres de Invierno, acontecimientos tiempo-espacio concentrados y festivos, donde profesores y alumnos pensábamos y danzábamos a lo largo de cuatro días y sus largas noches. Tal vez los eventos de mayor impacto o afectación en la formación de mi subjetividad arquitectónica fueron vivenciados durante los viajes en grupo organizados por los profesores de Proyectos. Especialmente recuerdo cuando visitamos el interior de la Casa en Burdeos de Rem Koolhaas, donde percibí por primera vez la potencia de la Arquitectura para formular otras realidades domesticas materiales e inmateriales. En otra escala, el viaje a Marruecos significó el descubrimiento de la potencia del territorio. Los paisajes, ambientes atmosféricos y climáticos, la tormenta de arena en el desierto, la humedad en la gruta o el vaivén del barco atravesando el estrecho de Gibraltar. Siento que estos y otros encuentros durante esos viajes colectivos operaron una transformación profunda de mi imaginario arquitectónico.